MADRID. La década de los 90 estuvo marcada por el uso de nuevas drogas, fundamentalmente las llamadas drogas de diseño, elaboradas por síntesis química en laboratorios clandestinos. Entre ellas, las grandes protagonistas del mal llamado consumo recreativo son las de acción estimulante, y la más demandada, el llamado éxtasis.
La denominación encierra una gran variedad de sustancias elaboradas a partir del MDMA, derivado anfetamínico. Patentado en 1914 por los laboratorios Merck como fármaco supresor del apetito y posteriormente relegado por sus efectos psicoactivos, el MDMA es hoy el compuesto básico de pastillas como el propio éxtasis, la píldora del amor, eva y otras muchas «pastis» o «pirulas» -como se las bautiza en el argot juvenil- en cuya superficie se graban distintos dibujos identificativos.
A partir de 150 miligramos de MDMA existe toxicidad, es decir, que la ingestión de una pastilla que contenga esta dosis puede acarrear la muerte, al producirse un fracaso general del metabolismo como consecuencia del latido acelerado del corazón y del aumento de la temperatura corporal. Así, los jóvenes que consumen éxtasis están expuestos no sólo a la adicción sino a ingerir, en cualquier momento, una dosis letal, porque lo cierto es que ni ellos, ni siquiera los intermediarios, saben cuál es la composición de lo que han adquirido. Sólo los fabricantes conocen la cantidad de MDMA utilizada, que varía en función de la ley de la oferta y la demanda. Además, los efectos de esta droga se ven potenciados por su mezcla con alcohol -que ha sustituido las grandes cantidades de agua que antes acompañaban su consumo- y al desgaste físico propio de las interminables sesiones de baile de las «rave parties».
Incremento del consumo
Así las cosas, la creencia en la inocuidad de las drogas de diseño» -que muchos califican todavía de blandas o limpias- no puede sustentarse sino en una falta de información. Así lo recordó ayer el delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, Gonzalo Robles, quien consideró «penoso» que tengan que suceder tragedias como la de Málaga «para que se escuchen los mensajes de alerta». De hecho, las cifras hablan por sí solas: según los resultados de la Encuesta a la Población Escolar 2000, el 2,5 por ciento de los jóvenes entre 14 y 18 años consumen éxtasis habitualmente (frente al 1,6 por ciento en 1998), convirtiénsose éste en el psicoestimulante más utilizado, seguido de la cocaína. No en vano, es de muy fácil acceso -especialmente en Levante, Madrid y Baleares- y de precio asequible respecto a otras drogas, ya que su elaboración requiere conocimientos y materiales muy elementales. La ONU ya ha expresado su temor a que las drogas de diseño se conviertan, no tardando, en un problema de salud pública a escala mundial.