La psilocibina, un compuesto psicodélico que se encuentra en los hongos 'mágicos', fomenta mayores conexiones entre diferentes regiones del cerebro en las personas deprimidas, liberándolas de patrones de rumiación y de excesiva concentración en sí mismas, según un nuevo estudio realizado por científicos de la Universidad de California (UC San Francisco) y del Imperial College de Londres, publicada en la revista 'Nature Medicine'.
Los fármacos psicodélicos son un área de investigación clínica y neurocientífica en rápido crecimiento, que puede producir nuevas terapias muy necesarias para trastornos como la depresión y la esquizofrenia. Sin embargo, aún queda mucho por saber sobre cómo estos agentes farmacológicos alteran los estados de conciencia.
Los centros privados que ofrecen este tratamiento florecen ante la falta de apoyo de la administración para esta sustancia, popularizada durante las últimas décadas como droga recreativa.
MDMA para el tratamiento de la ansiedad social, alcoholismo y estrés postraumático; psilocibina para la anorexia, depresión y alcoholismo; DMT para la depresión y el alcoholismo y CBD para la ansiedad
El aumento del tiempo que los menores han dedicado, durante el confinamiento, a las pantallas de los móviles, a la televisión u ordenadores, ha sido relacionado con un peor estado mental, según ha recogido un estudio canadiense.
Las drogas psicodélicas se han mostrado prometedoras para el tratamiento de trastornos neuropsiquiátricos como la depresión y el trastorno de estrés postraumático. Sin embargo, debido a sus efectos secundarios alucinatorios, algunos investigadores están tratando de identificar fármacos que puedan ofrecer los beneficios de los psicodélicos sin causar alucinaciones.
Ser hombre, fumador, con sobrepeso y padecer depresión aumenta la edad biológica, según han puesto de manifiesto un equipo de investigadores del Centro Médico Académico de Ámsterdam (Países Bajos) en un estudio publicado en la revista 'eLife'.
Entre los resultados más destacados del estudio se encuentra que los jóvenes que presentaron depresión el año anterior tenían más del doble de probabilidades de informar sobre el uso de cannabis que aquellos sin depresión