El juego patológico pese a ser un trastorno muy remoto, adquiere gran notoriedad a partir de 1980 cuando la Asociación Psiquiátrica Americana (APA) lo reconoce como una enfermedad psiquiátrica nosológicamente independiente. Desde entonces, se ha incrementado su interés científico con numerosos estudios que han ido aportando un mayor conocimiento del mismo.
Al igual que pasa en todas las adicciones, la transacción entre lo lúdico y lo patológico es imperceptible e impredecible. Cuando se genera el problema, prospera y se perpetúa por la concurrencia de mecanismos derivados de la propia dependencia, generando una sintomatología que se involucra en dicho proceso.
En estos últimos años, gran número de investigaciones se han centrado en la identificación de factores bio-psico-sociales que caractericen a los distintos tipos de jugadores (social, problema y patológico) y que ayuden a conocer algunas de las variables que intervienen en los procesos de adquisición y mantenimiento.
Hoy en día, no hay evidencia empírica de la existencia de factores aislados que determinen la inclusión de cualquier jugador en un tipo o en otro. Asimismo, al igual que ocurre con el resto de adicciones, tampoco se ha logrado establecer un perfil único de personalidad del jugador patológico, si bien se acepta, que pese a determinadas diferencias existentes con las drogodependencias, la ludopatía comparte con éstas, factores predisponentes y de vulnerabilidad.
Esta realidad está encauzando las actuales líneas de investigación hacia una postura integradora (biopsicosocial) como la forma más viable de explicar los aspectos implicados en la forma de juego, atendiendo principalmente a situaciones económicas concretas, a procesos cognitivos, a emociones negativas y a estados de ánimo. Este hecho está dando lugar a una de las mayores controversias originadas al respecto, como es la elevación de la ansiedad y la depresión en la etiopatogenia del juego patológico, dificultada por los problemas clásicos a la hora de determinar la dependencia o independencia de la sintomatología así como la dirección de la causalidad.
Igualmente, la ansiedad y la depresión junto a la poliadicción, constituyen los trastornos asociados más frecuentes en el juego patológico que se suman al deterioro o malestar clínicamente significativos expresados por diversos criterios propios del patrón desadaptativo de la conducta de juego.
Tal y como ocurre en las drogodependencias, en el juego patológico también se da una usual coadicción, principalmente de tabaquismo y/o alcoholismo. Son muchas las interpretaciones y posiciones científicas mostradas por los expertos a este respecto, siendo las más significativas la coincidencia analógica, la coincidencia simple de dependencias y el deslizamiento evolutivo, así como otras explicaciones de carácter biológico, sociológico y antropológico.
Según la mayoría de los estudios, entre un 40 y un 50% de jugadores patológico sufren un cuadro de dependencia mixta (básicamente alcoholismo), mientras que aproximadamente un 15% de drogodependientes padecen un trastorno de juego. Dicha comorbilidad se da en algunos casos por una incidencia simultánea, por una inducción provocada por el juego y sus consecuencias y en otros, por una inducción al juego por determinadas drogas.
Finalmente, el hecho de que en el juego patológico se den los aspectos comunes de todas las adicciones, que haya una alta incidencia en población clínica y que el procedimiento de intervención terapéutica sea similar, debe exigir un mayor interés por parte de los especialistas en drogodependencias.
Fdo.: Carlos Villoria
Profesor de Psicología
Univ. San Pablo CEU
Artículo publicado originalmente en: «ENTRE TODOS/AS», 2ª Etapa, nº 15 Enero 1999.
Coordinadora de ONGs que intervienen en drogodependencias.