Una clínica británica especializada en adicción a videojuegos, inaugurada en 2019, ha atendido a decenas de pacientes mayores de 40 años además de adolescentes. Su caso más veterano fue una mujer de 72 años con una obsesión por los juegos en su teléfono inteligente. Este fenómeno contrasta con la preocupación social centrada casi exclusivamente en los jóvenes: psicólogos advierten de una “generación ansiosa” de chicos a quienes el smartphone les roba la infancia, las escuelas prohíben los móviles en clase y grupos de padres impulsan campañas contra la excesiva exposición digital. Incluso hay países discutiendo restricciones al uso de redes sociales para menores de edad.
Sin embargo, en paralelo ocurre un aumento silencioso del tiempo frente a la pantalla entre los adultos mayores. A medida que los actuales sexagenarios se jubilan, el tiempo que dedican a dispositivos se dispara. Algunos mayores “están viviendo cada vez más sus vidas a través de sus teléfonos, como lo hacen a veces los adolescentes”, observa Ipsit Vahia, director del Laboratorio de Tecnología y Envejecimiento del Hospital McLean de Harvard. Los hábitos digitales que transformaron la adolescencia ahora están llegando a la vejez.



