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Género y Drogas

¿Qué entendemos por Género?

Se trata de un eje de opresión – privilegio que beneficia a los varones y sanciona a las mujeres por el hecho de serlo, así como a todo aquello que es relacionado con la feminidad.

El género es una categoría de organización social que estructura la sociedad de manera binaria y jerarquizada, otorgando mayor valor a los hombres y lo definido como masculino y situando en una posición de inferioridad y subordinación a las mujeres y a lo asociado a lo femenino,  generando, así, un sistema de desequivalencia estructural. Se trata de una construcción socio-cultural que establece un reparto diferencial y desigual de tareas (lo que se ha venido a llamar “división sexual del trabajo”), roles, espacios, distribución de los tiempos, ámbitos de la vida…

Se trata, por tanto, un eje de opresión – privilegio que beneficia a los varones y sanciona a las mujeres por el hecho de serlo, así como a todo aquello que es relacionado con la feminidad. También establece la heterosexualidad como régimen naturalizado de organización del deseo y penaliza a las personas que rompen esta norma: la heteronormatividad. Una consecuencia de este sistema de desigualdad es lo que se ha denominado violencia de género o violencias machistas, necesarias para que este orden injusto se reproduzca y perpetúe.

Asimismo, el género se inscribe en la subjetividad, a través de un proceso de aprendizaje social llamado socialización de género, el cual genera no solo un marcado reparto diferencial de roles, sino también un imaginario simbólico plagado de estereotipos. A través de este proceso, además, se construye lo masculino como neutro y unidad de medida de todas las cosas, lo cual se ha conceptualizado como androcentrismo.

Por último, el género se intersecciona con otros ejes de ordenación social como la clase, la racialización, la orientación / opción sexual… para generar una maraña compleja de opresiones que es imprescindible tener en cuenta para realizar un abordaje de calidad y feminista de los usos de drogas.

¿Por qué es imprescindible tener en cuenta el género en los abordajes de usos de drogas?

La socialización de género impacta directamente en los consumos: tipos de sustancias, patrones, motivaciones y consecuencias.

  • Porque la socialización de género impacta en los consumos de mujeres, hombres y otras identidades de género: en el tipo de sustancias consumidas, en los patrones de consumos, en las motivaciones de inicio y permanencia en los mismos, en los factores de inicio y protección o en las consecuencias de los consumos.
    • Por ejemplo, como confirma el último EDADES (PNSD, 2024), las sustancias usadas por mujeres y hombres son diferentes: mientras los hombres consumen drogas ilegalizadas en mayor proporción -ya que la asunción de riesgos es más coherente con las expectativas de la masculinidad-, las mujeres consumen en mayor medida hipnosedantes y analgésicos opioides, tanto con como sin prescripción médica. Esto se da, al menos, por tres razones: se trata de sustancias menos disruptivas que encajan mejor con los mandatos de género de la prudencia, del silencio o de ser una “buena mujer” asociados a la feminidad; 2) Las mujeres sufren más tasas de depresión y ansiedad derivada de las peores condiciones de vida: dobles y triples jornadas, asunción de carga mental y cuidados de su entorno, altas tasas de violencia machista, peores contratos laborales, mayor temporalidad…; 3) Las mujeres son en mayor medida medicalizadas y sobrepatologizadas.
    • Otro ejemplo: Como se explica en el estudio Hombres; Mujeres y Drogodependencias (Cantos, R. – Fundación Atenea, 2016), las motivaciones de inicio en los consumos de las mujeres estarían más relacionadas con el mundo emocional/privado y con la aprobación y valoración del entorno, frente a las de los hombres, más asociadas con el poder, el riesgo, lo público y las situaciones violentas y agresivas. En el caso de ellos, habría que atender a la presión del grupo – entre muchos otros factores- y, en el de ellas, al lugar que ocupa la pareja (hombre) en los consumos, dado el mayor peso del mandato de la “media naranja” o el amor romántico en las mujeres.
  • Porque, al alejarse de lo que se espera de ellas, las mujeres y personas no binarias que usan drogas son, además de estigmatizadas, penalizadas por razón de género. Esta penalización la vemos en los imaginarios sociales pero también en las percepciones de muchas/os profesionales y en las múltiples barreras de acceso y permanencia en los recursos, debido a los sesgos de género que atraviesan el diseño, las normativas o las intervenciones. Según diversos estudios, las mujeres tienen, entre otras casuísticas:
    • Menor presencia en los tratamientos: los datos obtenidos del estudio del perfil de las adicciones de UNAD en 2024 revelan que de las 36.595 de personas atendidas por adicciones con sustancia, el 22% fueron mujeres, frente al 78% de hombres.
    • Menores índices de permanencia y mayor dificultad de adherencia a los tratamientos debido, entre otros factores a las lógicas androcéntricas de los recursos, no adaptados a ellas, sus realizades y sus necesidades específicas por razón de género. Asimismo, presentan un mayor deterioro cuando llegan y peores pronósticos.
    • Mayor rechazo social y abandono por parte de su entorno: según la Comisión de Adicciones y Género de UNAD, “las mujeres se enfrentan a los tratamientos con un menor nivel de apoyo en comparación con los hombres, siendo sus parejas heterosexuales (muchos de ellos también con adicciones y necesidades de atención) los que menor implicación presentan. De forma mayoritaria acuden con otras mujeres, ya sean madres, hermanas, hijas o amigas”.
    • Mayor invisibilización de sus consumos, tanto las sustancias consumidas (especialmente alcohol o psicofármacos) como los patrones de consumo (en mayor proporción en soledad / clandestinidad, ya que la sanción y la culpa las llevan a ocultar los consumos).
    • Percepciones estigmatizadoras hacia las mujeres consumidoras directamente relacionadas con el género y la sexualidad: “mala madre”, “viciosa”, “fracasada”, “irresponsable”… las cuales tienen un fuerte impacto negativo en su salud individual y colectiva.
    • Una alta prevalencia de casos de violencia de género: Diversos estudios indican que entre el 40 y el 70% de las mujeres con adicciones han sido víctimas de violencias físicas y psicológicas durante su infancia y/o adolescencia. También se ha detectado una prevalencia de entre 3 y 5 veces superior, en relación con la población general de mujeres, de violencia machista, siendo víctimas de abusos sexuales en la infancia, en la pareja y fuera de ella. Por otra parte, Según la Macroencuesta de Violencia contra la mujer (DGVG, 2019), una de cada cuatro mujeres ha consumido alguna sustancia para afrontar lo sucedido. Las violencias institucionales que sufren estas mujeres también son flagrantes, como visibiliza y denuncia el proyecto Metzineres.

Es importante tener en cuenta que, como se explica en el informe Situación en España de la violencia de género y el abuso de sustancias (Martínez-Redondo, P. y Arostegui Santamaría, E. – PNSD, 2021), “la violencia y la adicción pueden funcionar como factores antecedentes o consecuentes, pero en ningún caso la adicción es el origen de la violencia. La violencia es producto de unas relaciones de poder determinadas […] No nos cansaremos de repetir que la sobrexposición que enfrentan estas mujeres a situaciones de violencia suele ser vista, demasiado a menudo, como parte de las patologías que envuelven el uso problemático de drogas, obviando que es el sistema de género el que establece unas condiciones que aumentan su probabilidad de vivir violencias”.

  • Porque la perspectiva de género interseccional favorece que los acompañamientos sean más adaptados a la realidad de las personas en función de sus diferentes posiciones sociales y, por tanto, más efectivos y garantes de derechos. La perspectiva feminista en drogas, entonces, contribuye a la efectividad de los programas y a la garantía de los derechos fundamentales y la justicia social.

¿Cómo incorporamos la perspectiva de género en drogas? ¡Algunas ideas!

Para garantizar derechos y efectividad en los programas, necesitamos una perspectiva feminista interseccional.

  • Diseñando, ejecutando, monitorizando y evaluando los programas y proyectos con:
      • Datos desagregados por género.
      • Indicadores de género tanto cualitativos como cuantitativos en la evaluación.
      • Formación de profesionales y voluntariado en las teorías feministas del género.
      • Estrategia dual: transversalidad de género y acciones específicas destinadas a corregir desigualdades.
      • Dotación presupuestaria con perspectiva de género.
      • Lenguaje no sexista e imágenes no estereotipadas y diversas.
  • Problematizando en androcentrismo en la prevención y la reducción de riesgos, por ejemplo, visibilizando las violencias sexuales que ejercen algunos hombres en contextos recreativos y de consumo, y generando estrategias para combatirlas.
  • Prestando atención y poniendo en evidencia los sesgos de género de los recursos de atención y tratamiento de las drogodependencias, tanto residenciales como ambulatorios, así como los obstáculos en el acceso y permanencia de las mujeres en los tratamientos.
  • Revisando normativas y proponiendo modificaciones y mejoras con perspectiva de género.
  • Adaptando las estructuras de los servicios, los cuales suelen estar muy masculinizados y son proclives a perpetuación de violencias machistas.
  • Estableciendo grupos terapéuticos diferenciados para mujeres y para hombres de manera que puedan compartir sus vivencias y problemáticas específicas por motivos de género. En los grupos de mujeres es importante trabajar, entre otros elementos, los vínculos intra-género y la sororidad, ya que son fundamentales para su recuperación.
  • Ofreciendo espacios para el cuidado de las criaturas. Es habitual que las hijas e hijos de personas en tratamiento no puedan acceder a los recursos, lo cual supone un obstáculo para que las madres, principales cuidadoras por mandato de género, accedan a los mismos.
  • Generando espacios para la revisión de prejuicios de las y los profesionales y personas voluntarias y supervisión de las intervenciones por parte de profesionales expertas en género y feminismos.
  • Poniendo a las mujeres en el centro. Tenemos mucho que aprender de las estrategias han desarrollado a lo largo de sus vidas para resistir y sobrevivir a las violencias sufridas por el hecho de ser mujeres y por el hecho de ser mujeres consumidoras. Ellas son expertas en sus propias realidades y deben no solo participar en el diseño de los recursos, sino ser las protagonistas de los mismos. “¡Nada sobre nosotras sin nosotras!”

Algunas entidades y proyectos a los que seguirle la pista

Para profundizar en el abordaje feminista de las adicciones, es fundamental conocer el trabajo de quienes lideran el cambio. A continuación, destacamos una selección de organizaciones, comisiones y proyectos de referencia que desarrollan investigaciones, intervenciones y recursos esenciales en la intersección de género y drogas.

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