El artículo de la Revista Española de Drogodependencias El consumo de poppers en la población joven española, de Diego Fernández Piedra, Claudio Vidal Gineta, Anabel Ramírez López y Jordi Navarro López analiza el uso de esta sustancia entre la juventud española. El trabajo describe cómo los poppers, tradicionalmente vinculados a contextos sexualizados, se han extendido a espacios recreativos y de ocio, convirtiéndose en una sustancia presente en ambientes festivos y de policonsumo.
La investigación empleó una metodología mixta, combinando una encuesta online con entrevistas y grupos de discusión. De las personas encuestadas, el 69,4% eran hombres, el 27,8% mujeres y un 2,6% no binarias, con una media de edad de 30 años. El objetivo fue examinar los patrones de consumo, los riesgos percibidos y las estrategias de autocuidado, prestando especial atención a las diferencias por edad y género y a la expansión del uso más allá del ámbito sexual.
Los poppers —compuestos de nitritos de amilo, butilo o isobutilo— se inhalan y provocan efectos de vasodilatación, euforia y relajación muscular. Aunque en España su venta está prohibida por el Real Decreto 2829/1977, su consumo no está expresamente penado. Las encuestas nacionales EDADES y ESTUDES muestran cifras bajas de uso (0,9% entre adultos y 2,8% entre adolescentes), pero Energy Control detecta una prevalencia muy superior en entornos recreativos: cerca del 50% entre jóvenes consumidores de otras sustancias.
Según el estudio, el 54,7% de las personas encuestadas había consumido poppers en los últimos doce meses, con porcentajes similares entre hombres y mujeres, y una mayor concentración en el grupo de 18 a 34 años. Se trata de una sustancia que suele combinarse con alcohol, cannabis o MDMA y cuyo consumo ocurre principalmente en discotecas, festivales o raves. Ocho de cada diez personas afirmaron obtenerla de manera informal, mediante regalos o invitaciones, lo que refleja su amplia disponibilidad.
Las entrevistas revelan que los poppers se utilizan para potenciar la experiencia colectiva y aumentar las sensaciones placenteras, aunque pueden causar efectos adversos como dolor de cabeza, irritaciones o quemaduras. Muchas personas usuarias tienden a percibirlos como una sustancia inocua, minimizando los riesgos o atribuyéndolos a otras drogas. Este bajo nivel de percepción del daño contribuye a su normalización dentro del ocio nocturno.
Entre los efectos más mencionados destacan el calor corporal, la euforia y la intensificación del placer sexual, mientras que los negativos incluyen mareos, visión borrosa y agotamiento. Las mujeres informan con mayor frecuencia de irritaciones y náuseas, y los hombres de hemorragias nasales y dificultad respiratoria.
En cuanto a las estrategias de autocuidado, las más comunes son cerrar el frasco tras inhalar y evitar el contacto directo con la piel, y pocas personas se interesan por conocer la composición del producto. A pesar de la adopción de algunas medidas de cuidado, persiste una falta de información sobre los riesgos reales, lo que subraya la necesidad de desarrollar intervenciones preventivas adaptadas a los diferentes grupos de edad y género.