La llegada de gobiernos intolerantes en diversos países está poniendo en riesgo los avances logrados frente al VIH y los objetivos de futuro. Cada 1 de diciembre, el Día Mundial del Sida reúne a gobiernos, organizaciones y comunidades. Este encuentro recuerda dónde estamos, por qué seguimos aquí y qué acciones son necesarias para frenar una amenaza que sigue activa y exige una respuesta inmediata.
La campaña de ONUSIDA para 2025, con el lema «Superar las disrupciones, transformar la respuesta al sida», explica cómo los recortes recientes en la financiación internacional han debilitado los programas de prevención y tratamiento. También detalla el impacto en los países más afectados y el tipo de respuesta transformadora que se reclama para corregir el rumbo.
El horizonte continúa alineado con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). En concreto, con la meta 3 del Objetivo 3, que busca poner fin a las epidemias de sida, tuberculosis y malaria, además de combatir otras enfermedades transmisibles.
Un retroceso global marcado por los recortes y por nuevas barreras legales
La crisis de financiación de 2025 es una de las más graves de las últimas décadas. La retirada del apoyo económico de la administración Trump a los programas internacionales de VIH ha reducido de forma notable las contribuciones de los donantes. Estos fondos son esenciales para sostener servicios en países con alta prevalencia.
Los recortes no solo han frenado la ampliación de los programas. También han obligado a reducir iniciativas clave, especialmente aquellas dirigidas a poblaciones con mayor vulnerabilidad.
Los programas comunitarios, fundamentales para llegar a personas en exclusión o en riesgo, se encuentran entre los más afectados. Estas redes, a menudo gestionadas por organizaciones locales, garantizan el acceso a métodos de prevención, información, pruebas diagnósticas y acompañamiento. Su debilitamiento conduce a un aumento de nuevas infecciones y a interrupciones en los tratamientos antirretrovirales.
A esta presión económica se suma un entorno político más hostil. En varios países han aumentado las leyes punitivas que penalizan las relaciones entre personas del mismo sexo, limitan la expresión de género o criminalizan el uso de drogas.
Incluso en democracias consolidadas ha crecido la extrema derecha, que rechaza valores de tolerancia y no discriminación que antes generaban amplios consensos. Estas normas alimentan el miedo, refuerzan la discriminación y alejan a muchas personas de los servicios sanitarios que necesitan.
El efecto conjunto es claro: una respuesta que debería ser inclusiva y basada en derechos humanos se vuelve inalcanzable para parte de la población. Los avances de los últimos años corren el riesgo de erosionarse.
Aunque algunos países han conseguido sostener sus programas con recursos internos, la respuesta global no puede recaer únicamente en presupuestos nacionales. Muchas regiones dependen todavía de la financiación externa para mantener servicios esenciales.
Transformación, liderazgo y un enfoque centrado en derechos humanos
Ante esta situación, la campaña del Día Mundial del Sida 2025 subraya la necesidad de soluciones transformadoras. No basta con recuperar los niveles previos de financiación. Es necesario rediseñar las estrategias, reducir las desigualdades estructurales y reforzar los mecanismos que permitan una respuesta más resiliente y equitativa.
La cooperación internacional sigue siendo un pilar central. Reconstruir la inversión global implica cerrar brechas económicas y garantizar que los países dispongan de herramientas para ampliar el acceso a la prevención, al diagnóstico y al tratamiento. La solidaridad internacional continúa siendo clave para sostener los avances.
También es esencial el liderazgo político. Las políticas públicas pueden acelerar o frenar los progresos. Eliminar barreras legales, proteger los derechos de mujeres, niñas y personas LGBTIQ+, y atender a quienes viven desigualdades persistentes es fundamental para cumplir los objetivos de 2030.
Una respuesta basada en derechos humanos no solo es ética. También es eficaz para reducir infecciones y mejorar la adherencia a los tratamientos.
Las comunidades y las organizaciones comunitarias deben ocupar un lugar central en esta respuesta. Su capacidad para movilizar, sensibilizar y detectar necesidades reales las convierte en actores estratégicos. Empoderarlas implica dotarlas de recursos, incorporar su experiencia en la toma de decisiones y asegurar una participación estable y significativa.
Mirar hacia adelante con decisión
En un contexto de disrupción global, la respuesta no puede ser la retirada. Transformar la respuesta al VIH requiere planificación, inversión, innovación y, sobre todo, unidad.
Este Día Mundial del Sida, la campaña invita a gobiernos, organizaciones y ciudadanía a renovar su compromiso. Actuar con decisión y cooperar es esencial para que la infección por el VIH deje de ser una amenaza para la salud pública. La meta de 2030 sigue siendo posible, pero solo si se responde con urgencia, visión de futuro y un compromiso firme con los derechos humanos.



