‘Cambia, todo cambia’

Este problema debería unirse a la lista de esas otras cuestiones que no tenemos resueltas ni como sociedad ni epistemológicamente, como el alivio de los malestares emocionales y psíquicos, el encaje de lo que se sale de la norma o incluso el papel que debe jugar la farmacia en nuestras vidas.

‘Cambia, todo cambia’ cantaba Mercedes Sosa en una canción inmortal que supo reflejar una de las cualidades del devenir de la experiencia humana, la esencia de una realidad mutable y también de aquello que es inmanente y que permanece. 

En el campo de quienes llevamos un tiempo dedicados a investigar o a intervenir en fenómenos relacionados con la ebriedad y con el uso de drogas en todos sus matices, el cambio es notable en muchas esferas. Vemos aparecer tendencias, formas de consumir y sustancias que se hacen un lugar donde antes no lo tenían y constatamos que en los centros de tratamiento y de atención a las personas que usan drogas, los perfiles ‘emergentes’ conviven con los perfiles ‘clásicos’. 

Si en la Red asistencial de atención y tratamiento para las personas que usan drogas cabe hablar de perfiles clásicos y de perfiles emergentes es porqué dicha Red se diseñó e implementó con mucho esfuerzo en los años ochenta, respondiendo a fenómenos y tendencias de usos de drogas -el flagelo de la heroína y la difusión de la cocaína, básicamente- que tantos estragos causaron entre los jóvenes de una sociedad post franquista que acababa de despertarse al mundo. Los programas creados se adaptaron a las características de las personas que lo necesitaban, mayoritariamente hombres nativos y de una clase trabajadora empobrecida.

Las dinámicas relacionadas con los trastornos por el uso de estas sustancias, sumadas a los estigmas asociados y a la exclusión social, configuraron el tipo de perfil característico de los servicios de atención a los usuarios de drogas y de la batería de programas dispuestos para lidiar con sus problemáticas. Esas dinámicas también constituyeron el imaginario social del ‘yonki’ que todavía perdura. A través de las décadas, con los cambios socioculturales y económicos y los avances de la Red asistencial, el impacto de aquellos fenómenos ochenteros fue decayendo, aunque nunca llegaran a desaparecer.  

En nuestros días, el consumo de heroína es minoritario y el fulgor de los fentanilos son un espejismo lejano, una amenaza a la que mirar de reojo (Martínez-Oró, 2024). La cocaína está ampliamente difundida y en cierta medida normalizada entre muchos ambientes y sectores, aunque no especialmente entre las personas más jóvenes. Afortunadamente, Las formas de consumo más arriesgadas, como el fumado de cocaína en forma de base, o el inyectado, se mantienen en unos índices muy bajos (EDADES, 2024).

Por otra parte, en las escenas de ocio nocturno predominan sustancias como la MDMA, pero la tendencia hacia el uso de ketamina, inhalantes tipo óxido nitroso o poppers, y psicofármacos sin receta ha aumentado en los últimos años. (ESTUDES, 2023).  El cannabis está más extendido que en décadas anteriores, el 11% de españoles declara haber consumido cannabis en el último mes (OEDA,2024).

Así como las sociedades son actualmente más diversas, también lo son los perfiles que atiende la Red asistencial. Se atienden más personas de orígenes diferentes, personas con diferentes expresiones de género y personas con unas modalidades de uso de drogas surgidas, en parte, en relación con las tendencias y el abanico de productos, también de drogas, en el escenario inacabable que representa internet, donde entran en escena la metanfetamina y las NSP (principalmente estimulantes de la familia de las catinonas) aparejados a estos nuevos perfiles de personas susceptibles de usar los servicios de la Red asistencial a las personas que usan drogas. La adaptación de la propia Red a estas nuevas realidades, y sus intersecciones, supone un reto considerable. 

Paralelamente a esta distinción entre perfiles clásicos y emergentes, con todos los matices que quieran hacerse y con los casos de policonsumo de sustancias, el alcohol y el tabaco siguen siendo de lejos las sustancias que más ocupan a los servicios de tratamiento y atención a las adicciones. A todo ello habría que añadir un uso indiscriminado de benzodiacepinas por parte de sectores no desdeñables de la población. Este fenómeno ampliamente conocido, recién empieza a ser parametrizado en las dimensiones que corresponderían.

En este punto conviene volver a Mercedes Sosa y a lo que cambia y a lo que es inmanente. Hemos repasado someramente los cambios en los perfiles atendidos por la Red de asistencia a las adicciones, los que emergen y los que persisten, solo para acabar diciendo que a pesar de los numerosos avances y del maravilloso trabajo que se realiza día tras día en los centros y servicios de la Red, no tenemos resuelto el problema para aquellas personas que una vez se acercaron a alguna de estas sustancias embriagantes, no pudieron alejarse y las pusieron en lugares más o menos centrales de sus vidas. 

No sería este el momento de tasar la magnitud social y el peso que tiene aquello que llamamos adicciones en comparación con otros problemas que afectan a la población. Simplemente se trataría de enfocarnos en la idea de que existe una dificultad en el encaje sustancial de la ebriedad, con sus riesgos asociados y con todos aquellos constructos que se han ido edificando en torno a ella y que siguen trabando el manejo del sufrimiento de demasiadas personas. Después de tantos años sigue sin existir una respuesta robusta y eficaz a los problemas derivados de la tendencia humana hacia la embriaguez y la búsqueda de placeres y sensaciones. 

Este problema debería unirse a la lista de esas otras cuestiones que no tenemos resueltas ni como sociedad ni epistemológicamente, como el alivio de los malestares emocionales y psíquicos, el encaje de lo que se sale de la norma o incluso el papel que debe jugar la farmacia en nuestras vidas, englobando estas cuestiones en una concepción de salud amplia y orientada al buen vivir y no a sobrevivir.

Para ir acabando, a colación con la ebriedad, la salud, lo pasajero y lo eterno, ésta es una buena ocasión para despedir a Jonathan Ott, quien nos dejó este mes de julio. Su legado, junto al de tantos otros maestros y pensadores, será recordado por su lúcida perspectiva sobre las sustancias embriagantes y por la generación de conocimiento en un ámbito que, como apuntábamos hace unas líneas, sigue siendo un tema no resuelto y sujeto a posicionamientos que, en más ocasiones de las que nos gustarían, se alejan de perspectivas compasivas, humanistas y enfocadas al bienestar y la felicidad de las personas.  

 

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