Consumo de drogas inyectables en países en vías de desarrollo y transicionales. La otra globalización.

El consumo de drogas inyectables es un fenómeno de dimensiones planetarias.

En un mundo cada vez más globalizado y con fronteras más y más permeables, la “transferencia” tanto de drogas como de patrones de consumo era una consecuencia tan esperable como irreprimible.

La opción personal es un factor claven en tal “transferencia”, pero cuestiones tales como la inmensa capacidad de negocio generada en torno a la producción, distribución y venta de sustancias psicoactivas, juega un papel fundamental en que fronteras se permeabilizan, que drogas se consumen y que ruta de administración se elige.

Desde un punto de vista de salud publica la vía inyectada está, por supuesto, en el centro de mira. El intercambio de fluidos corporales, especialmente de sangre, es una forma extremadamente eficiente de propagación de enfermedades infecciosas. En los últimos años hemos asistido a una de las pruebas más dramáticas de semejante eficiencia: la irrupción y propagación transnacional del VIH. En enormes áreas del planeta, la explosión y crecimiento de la epidemia se explica, en gran medida, por la utilización de equipo contaminado para la inyección de drogas.

Repasemos algunas cifras: A finales del año pasado mis colegas y yo publicamos que de acuerdo con las estimaciones existentes, en 2004 había, como media, 13 millones de usuarios de drogas por vía parenteral (UDVP) habitando 130 países. Aproximadamente el 70% de ellos en países transicionales y en vías de desarrollo.

En Europa del Este y Central Asia se estima que viven entre 2,3 y 4,1 millones de UDVP. En el Sur y Sur-este de Asia entre 1,6 y 4 millones y en Asia y Pacifico 0,6 y 4 millones. En países como Rusia, China e India el tamaño estimado de la población de UDVP – 1,9, 1,92 y 1,3 millones respectivamente – alcanza dimensiones que no aparecen ni en la peor de las pesadillas de los países de Europa Occidental.

La potencia exportadora de enfermedades infecciosas de semejantes poblaciones queda patente al ojear sus prevalencias de VIH. Mis colegas y yo identificamos 25 países en todo el mundo donde la epidemia entre este grupo poblacional era más aguda: Belarús, Estonia, Kazajstán, Rusia y Ucrania (en Europa del Este y Asia Central), España, Holanda, Italia, Portugal, Serbia y Montenegro (en Europa Occidental), Libia (en África del Norte y Oriente Medio), India, Indonesia, Malasia, Myanmar, Nepal, Tailandia y Vietnam (en el Sureste Asiático), China (en Asia del Este), Argentina, Brasil y Uruguay (en Latín América), Puerto Rico (en el Caribe) y EEUU y Canadá (en Norte América)

En principio seria esperable que tal heterogéneo grupo de países no compartieran características comunes que explicaran, al menos parcialmente, las altas prevalencias de VIH entre sus UDVP. Sin embargo no es así, todos comparten algo en común: el retraso en la instauración de medidas de reducción del daño relacionado con las drogas.

Y es que, no sólo debe tomarse en cuenta el tamaño de las poblaciones que utilizan material de inyección para la administración de drogas sino que análisis pormenorizado de las condiciones sanitarias y sociales así como del estilo de las políticas e intervenciones – y por supuesto las filosofías e ideales que las inspiran – destinadas a abordar el problema de las drogodependencias, es un elemento clave en la comprensión de la situación actual y en la producción de proyecciones para el futuro.

Si tomamos en cuenta que en la mayoría de los países asiáticos la posesión de material de inyección es un acto ilegal per se independientemente de la posesión de sustancias psicoactivas (circunstancia que se comporte en Rusia y otros países de Europa del Este) y que el tratamiento con sustitutivos opiáceos es ilegal o simbólico en la mayoría de Asia y Europa del Este (En Rusia, por ejemplo, la metadona es un tratamiento ilegal. En China se ofrece tratamiento sustitutivo con tintura de opio para aquellos pacientes que ingresan en unos campos de trabajo que guardan demasiadas similitudes con lo que nosotros estamos acostumbrados a identificar como campos de concentración y en Myanmar uno de los criterios para la finalización de cualquier tratamiento por drogodependencia es el diagnostico positivo de VIH) y que tan sólo unas 17,000 de las aproximadamente 400,000 personas en tratamiento anti-retroviral en países en desarrollo con poblaciones de UDVP a finales del 2004 eran UDVPs (15,000 en Brasil) podemos empezar a reflexionar pesimistamente sobre que probabilidades reales de parar la propagación del virus y disminuir las tasas de morbimortalidad asociadas al mismo.

Es cierto que, tras algunos años de intensas presiones – la más remarcable, por supuesto, la propia expansión de la epidemia de VIH/Sida – empieza a vislumbrarse algo de esperanza. El tímido – pero significativo – avance en la instauración de programas de intercambio/distribución de material de inyección existentes ya en casi todos los países con poblaciones de UDVP, la intensa campana en Rusia (y otras partes del globo) por la legalización del tratamiento con metadona son, y las noticias recientes de que China abrirá 1.500 clínicas de tratamiento con metadona para tratar a 30.000 personas, sin duda, buenas noticias.

Sin embargo, el panorama actual no es alentador. Las políticas inspiradas en el ideal de libre de drogas siguen siendo extremadamente poderosas e influyentes. El principio de reducción de daños – el único que ayudaría efectivamente a mejorar los problemas derivados del consumo de sustancias psicoactivas, especialmente aquellas administradas parenteralmente – sigue siendo visto como una sospechosa y atolondrada fantasía libertina. Ejemplo de ello son las, masivamente filtradas, presiones desde la administración Bush sobre la oficina de la ONU Contra la Droga y el Delito para su desvinculación de programas que exhiban la etiqueta de “reducción de daños”. Las presiones de EEUU son penosas, pero no las únicas.
Ante esta realidad lo más efectivo que puede hacerse es seguir asegurando la circulación de información que haga caer vendas y exponga, a nivel global, la magnitud de los problemas relacionados con las drogodependencias y seguir con la demanda de instauración de aquellas medidas que demuestran ser más efectivas en las tareas de paliar los daños relacionados con el consumo de drogas: Las medidas de reducción de daños.

Firmado:
· Carmen Aceijas – Doctora en Psicología Social e Investigadora Asociada del Imperial College, Londres.
· Gerry V. Stimson – Doctor en Sociología y Director técnico de la Asociación Internacional de Reducción de Daños.

Londres, 3 de Marzo de 2005

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