Las bebidas energéticas tienen un aspecto atractivo a la vista, con envases de colores llamativos, un toque muy dulce al paladar y sabores variados que resultan muy apetecibles para los adolescentes. Esas razones, junto con buenas campañas publicitarias, han conseguido que sean muy populares entre los menores, tanto cuando salen con sus amigos como cuando practican deporte o quieren mantenerse despiertos para estudiar. Y su consumo no ha dejado de incrementarse en los últimos años: las series del estudio ESTUDES sobre uso de drogas en jóvenes muestra una tendencia creciente desde 2014 hasta 2023, pasando del 49,7% al 54,4% en hombres; y del 31,4% al 40,7% en mujeres.

El informe Bebidas Energéticas del Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones del Ministerio de Sanidad, publicado el pasado mes de diciembre, refiere que se las publicita como bebidas refrescantes creadas para incrementar la resistencia física, proporcionar sensación de bienestar y estimular el metabolismo, capaces de suministrar un elevado nivel de energía proveniente de una combinación de ingredientes adicionados por sus posibles efectos estimulantes. “Efectos estimulantes que se consiguen, según se relata, con una mezcla de diversas combinaciones de vitaminas, minerales, sustancias estimulantes como la cafeína, extractos de plantas como el ginseng y la guaraná, y otros compuestos relacionados con el metabolismo, como la taurina, glucuronolactona, inositol y carnitina, además de una importante cantidad de azúcares añadidos”, detalla Manuel Moñino, dietista-nutricionista en salud pública e integrante del Centro de Análisis de la Evidencia Científica de la Academia Española de Nutrición y Dietética.

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